El Dr. Allan Josephson arriesgó su carrera para convertirse en uno de los primeros psiquiatras en oponerse públicamente a la “transición” de niños. Cuando alzó la voz, su empleador, la Universidad de Louisville, lo degradó, lo acosó y finalmente lo despidió. Ahora, tras seis años de batalla legal para defender sus derechos bajo la Primera Enmienda, el Dr. Josephson ha sido reivindicado. La universidad recientemente resolvió su caso por casi 1,6 millones de dólares.
Si bien esa cantidad es significativa, la verdadera lección de esta historia es cómo un hombre tuvo el coraje moral e intelectual de sobrevivir al resentimiento de un profesorado universitario arrastrado por la marea de la ideología de género.
El Dr. Josephson llevaba casi 15 años trabajando en la Facultad de Medicina de la Universidad de Louisville cuando estalló la controversia. En total, dedicó casi 40 años al mundo académico, recibiendo el prestigioso Premio Oskar Pfister, que reconoce sus destacadas contribuciones en psiquiatría y religión. En Louisville, lideró con distinción. Como jefe de la División de Psiquiatría y Psicología Infantil y Adolescente, transformó el departamento, que antes se encontraba en dificultades, y revitalizó su reputación.
Ese historial lo convirtió en una voz destacada para hablar en 2017 en un panel de la Fundación Heritage titulado “Disforia de Género en Niños: Comprensión de la Ciencia y la Medicina”. Durante varios años, el Dr. Josephson se preocupó cada vez más por la forma en que los médicos trataban a los niños con disforia de género. Hoy en día, existe un creciente consenso científico en todo el mundo sobre que apresurar a los menores a adoptar una nueva identidad de género, los bloqueadores de la pubertad, las hormonas cruzadas y las cirugías de esterilización es una mala idea. Pero cuando el Dr. Josephson habló, fue prácticamente el único que lo hizo.
Sus comentarios en Heritage fueron serenos, mesurados y directos: «La disforia de género es un fenómeno sociocultural y psicológico que no se puede abordar completamente con medicamentos ni cirugía», afirmó. «Por lo tanto, los médicos y otros profesionales deben explorar las causas de esta confusión y ayudar al niño a aprender a afrontar este desafío del desarrollo».
Cuando la noticia de esos comentarios llegó al campus, su negativa a respaldar los intentos radicales de cambiar el sexo de los niños fue aparentemente inaceptable. Activistas del Centro LGBT de la universidad pidieron al decano que interviniera, lo que desencadenó una cacería de brujas. Algunos colegas exigieron al Dr. Josephson que dejara de expresar sus opiniones mientras permaneciera en la universidad. Otros exigieron que se disculpara por sus comentarios o que emitiera un descargo de responsabilidad, algo que ningún profesor había hecho jamás, a pesar de que el profesorado suele compartir sus opiniones. Tras semanas de protestas, las autoridades universitarias lo degradaron de su puesto directivo.
Entonces urdieron un plan para despedirlo. Reconociendo en correos electrónicos que necesitarían documentación sólida para evitar la renovación del contrato de Allan, se esforzaron por crear ese pretexto. Una supervisora creó un “documento de seguimiento de Allan” para registrar cualquier cosa que considerara que pudiera usarse en su contra. Otra solicitó quejas de exalumnos y les indicó qué decir. Finalmente, en la primavera de 2019, lo despidieron al no renovarle el contrato.
Todo este esfuerzo se dedicó a castigar a un renombrado académico por el mero hecho de expresar sus opiniones en su tiempo libre, todo ello a pesar de sus décadas de trabajo sobresaliente y de sus buenas evaluaciones de desempeño.
Afortunadamente, la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos para el Sexto Circuito reconoció la importancia de proteger los derechos de los profesores bajo la Primera Enmienda. El año pasado, la corte dictaminó que el caso del Dr. Josephson debía ir a juicio, declarando que los funcionarios de las universidades públicas pueden ser considerados personalmente responsables de censurar a los profesores o tomar represalias contra ellos por presentaciones como la del Dr. Josephson.
l recorrido de los ocho años del Dr. Josephson coincide casi exactamente con la tumultuosa experiencia de nuestra nación con la ideología de género. En esos años, nos hemos visto obligados a plantearnos dos preguntas: ¿Qué significa ser hombre o mujer? ¿Y cómo debemos tratar a los niños que tienen dudas sobre su sexo?
Los estadounidenses han respondido. Hoy, 27 estados han aprobado leyes para proteger a los niños de experimentos que alteran sus vidas. Siete de cada diez estadounidenses apoyan estas leyes. Los tribunales y las organizaciones médicas internacionales también han reconocido que la ciencia respalda al Dr. Josephson, como siempre lo ha hecho.
El Dr. Josephson fue una de las primeras voces en la medicina en expresar públicamente una opinión informada sobre estas cuestiones. En una época en que la presión cultural para autocensurarse se volvió enorme, especialmente en el ámbito médico, el Dr. Josephson defendió firmemente a sus pacientes y la realidad biológica. La universidad no pudo tolerar esto. La carrera del Dr. Josephson terminó como advertencia para otros.
El punto de inflexión cultural que vemos ahora —el retorno a la cordura biológica y una renovada apreciación por la libertad de expresión— nunca habría llegado si no fuera por personas como el Dr. Josephson, que desafió esta ideología ahora en crisis cuando estaba en ascenso.
Héroes como el Dr. Allan Josephson, quienes valientemente se plantan en la brecha para proclamar la verdad a un alto costo personal, son un tesoro excepcional. Nos recuerdan que con valentía, fortaleza, fidelidad a la verdad y amor al prójimo, nosotros también podemos cambiar el rumbo de la historia.
FUENTE: TIERRA PURA