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01 February 2020

No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana» — Papa Francisco.

Comienzo este escrito con esta frase ya que quiero compartir contigo una pequeña reflexión acerca de un tema cada vez más urgente: la defensa de la vida. Como bien nos narra el vídeo que te comparto a continuación, en algunos países se ha venido implementando la legalización de la eutanasia, el suicidio asistido y el aborto.

Y sí, esto es preocupante, pero más preocupante aún es la desenfrenada tendencia a promover estos actos como una forma, supuesta y absurdamente «digna» de morir o de resolver un «problema». Me disculpo si soy fuerte en algunas expresiones, pero debemos ser claros al hablar y más frente a este tipo de temas.

¿En qué momento el derecho a vivir se convirtió en algo que se puede negociar?

Retomando la frase del papa Francisco, es totalmente ilógico que una sociedad que se promulga día tras día cómo «desarrollada y civilizada», quiera promover acciones como estas. Que en definitiva no son más que formas de matar, para presuntamente resolver un problema.

Empecemos por lo primero, en qué momento una vida se ha convertido en un problema, en qué momento el derecho a vivir se ha convertido en algo para negociar. Para que podamos tomar una posición clara y cristiana, miremos lo siguiente.

Eutanasia para casos de enfermedad terminal

Muchos países han acudido a la legalización de la eutanasia como un medio para (atención que justo acá comienza lo ilógico de todo), «fomentar los derechos humanos». Téngase en cuenta que el derecho a la vida es un derecho fundamental de todo ser humano y que además conlleva al deber de proteger y promover la vida de los demás.

Con la legalización de estas acciones se buscaba ayudar en un primer momento a todas aquellas personas que sufren de una enfermedad terminal e incapacitante, pero momento a momento se ha venido sumando a estas enfermedades, un cúmulo de padecimientos. Por ejemplo en Bélgica, donde la depresión ya es causal para recurrir a la eutanasia o suicidio asistido.

Por tanto, ¿qué tan cierto es que la promoción de la eutanasia solamente busca asistir a las personas que padecen una enfermedad terminal?

La legalización es provechosa para la sociedad

En aquellos países donde se ha legalizado la práctica de la eutanasia, se ha desatado un efecto «dominó» en el cual se ve una creciente desenfrenada en el índice de personas que han acudido al (mal llamado) «derecho a morir dignamente».

Todo esto ha llevado a que se recurra al derecho de la eutanasia frente a cualquier situación de enfermedad, como se ha dicho antes, física o psicológica, como la depresión. Enfermedades que sabemos, tienen factible y pronta recuperación. Dejando claro que al decir «pronta» somos totalmente conscientes de que hay procesos que incluyen largos procedimientos médicos, pero que al final pueden salvar a la persona.

Es así como, me atrevo a decir, muchas personas comienzan a sentir cierta presión socio familiar en algunos casos para recurrir a la práctica del suicidio asistido o la eutanasia. Frases como «no quiero estorbar», «no quiero ser una carga para nadie». Son muestra de esta subliminal presión, donde puede llegarse a pensar que la sociedad espera de ti el que recurras a esta práctica.

¿Cuál es la respuesta cristiana ante la enfermedad terminal?

Desde nuestra fe promovemos y defendemos la vida desde la concepción hasta la muerte natural, llevando así una lucha constante por defender el derecho fundamental a la vida y cooperando a que esta sea digna.

Muchas personas se preguntarán qué dice la Iglesia frente a quienes día a día padecen una enfermedad grave o incurable… a lo que el Evangelio invita a unir a la pasión de Cristo y ofrecer cada dolor o padecimiento por la salvación personal y la salvación del mundo.

Además de ello, la Iglesia pide e invita a las familias y a los hombres de buena voluntad, a la práctica de la caridad y de los cuidados paliativos para aquellos que no tienen posibilidad de tratamiento curativo. En una sociedad de avanzados desarrollos tecnológicos y científicos, el enfermo terminal puede acudir a diversos modos de cuidados paliativos en los cuales se le ayuda a disminuir el dolor y a tratar de llevar en paz su enfermedad.

¿Dónde está la fe del cristiano que sufre?

Por otro lado está este interrogante. A nuestros hermanos enfermos, estamos llamados a brindarles nuestro apoyo amoroso, donde la cercanía humana y el respeto al valor de toda vida sea fundamental. Que aún en medio de su dolencia sepan que son sumamente importantes en el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Para concluir, una respuesta de fe y amor pueden salvar una vida, y cada vida salvada y promovida, salva y promueve miles de vidas más. Te advierto, no es una lucha fácil de llevar, pero sí absolutamente importante de emprender, en definitiva, la fe es cosa de valientes, ánimo que es posible. Repite constantemente «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».

(Catholic)

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